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Ainhoa Ruiz: gestión y consultoría ambiental a los dos lados del mostrador

Conocimos a Ainhoa hace unos meses cuando asistió a un café tertulia que convocamos en la biblioteca invitando a las consultoras ambientales de Aragón. Desprendía la energía propia del emprendimiento y la pasión ambiental. La volvimos a encontrar en la entrega de premios Mujer y Deporte, donde nos contó que se había pasado al otro lado del mostrador: ahora cubre un plaza provisionalmente en el Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (INAGA). Persona y profesional polifacética como comprobaréis, acude a la cita para esta nueva entrega de gentes biblioverdes móvil en mano, pendiente de la llamada de un periódico. También es presidenta de la Federación Aragonesa de Espeleología, se acaba de producir el rescate de tres espeleólogas y solicitan su opinión.

Bajamos a nuestra cueva particular, las bodegas medievales del convento de Sto Domingo e iniciamos la exploración que nos llevará por los diferentes sustratos y galerías de su recorrido profesional y humano, con paradas en proyectos, inquietudes y lecturas.

– Tu primer sustrato ¿Cómo surge tu vocación y porqué te decidiste por la Biología?

Ainhoa Ruiz (AR). Siempre me han gustado los bichos, el monte, la naturaleza. De muy pequeña me saqué de la chistera que quería ser ‘físico nuclear’ nada menos. Debí verlo en alguna película. Ni princesa, ni bombera, ni enfermera. Más tarde lo tuve claro, quería ser bióloga.

Parte de la culpa -como mucha gente de mi generación- la tuvo Félix Rodríguez de la Fuente. Los domingos había que volver corriendo a casa para ver El hombre y la Tierra. Tenía 10 años cuando murió Félix. Los scouts y un contacto muy directo con la naturaleza desde pequeña hicieron el resto.

En Zaragoza no se puede estudiar Biología (la única opción para mí era Veterinaria) y con mucho esfuerzo por parte de mis padres salí a estudiar a la Universidad de Navarra. Sí, pese a no estar alineada ideológicamente con la línea religiosa de la Universidad, creo que aún tuve debates muy constructivos -no me sé callar- sobre reproducción humana, sexualidad, religión y biología. No obstante, soy una persona de fe y mi sentimiento social, de darme a los demás, ha marcado mi compromiso a muchos niveles.

Y la especialización ambiental desde el punto de vista profesional ¿cómo llegó?

AR. Inicié la carrera con una visión muy medioambiental de la biología, pero sin embargo después me decanté por la parte de laboratorio y forense, la genética, la fisiología vegetal y animal y la microbiología. Dudé pero elegí la rama sanitaria, paradójicamente no elegí la rama ambiental.

Me busqué unas prácticas de Microbiología en el Hospital Clínico de Zaragoza. Encadené varios trabajos y formación complementaria: laboratorios, Máster en Prevención de Riesgos Laborales. Acabé en una empresa de gestión de residuos. Mi siguiente trabajo me catapultó al tema ambiental directamente, ahí sí que tuve que ponerme las pilas en zoología y botánica. Llevé la delegación en Aragón de la empresa AEMA (con sede en Toledo) y encabecé un equipo de ocho personas: un biólogo, un arqueólogo, tres personas de FP ambiental, dos personas en prácticas. Trabajo duro y apasionante de consultaría ambiental, ecología, zoología y botánica.

– ¿Y el salto a crear tu propia empresa?

AR. Vi la oportunidad y la necesidad de montarme algo por mi cuenta tras la concatenación de una crisis laboral y personal. Las condiciones de trabajo se complicaron, desencuentros con la sede central que derivaron claramente en una situación de mobbing, dolorosa, un bajonazo del que salí fortalecida. Fue como ‘el parto de la burra’ que se dice, pero capitalicé el paro y la indemnización para invertir en coche, plotter, ordenador y me lancé. No fue empezar de cero, porque realmente tenía una buena cartera de clientes y contactos y ya me había ganado la confianza como consultora tanto de la Administración como de empresas grandes, ya que mi trabajo en AEMA era de gestión y comercial. De esa época anterior y de mi equipo guardo buenos amigos.

Así nació Trifolium.

– ¿Qué trabajos destacas de tus ocho años al frente de Trifolium? Cuéntanos una de cal y otra de arena.

AR. He trabajado en proyectos de grandes empresas como Endesa, Idom, Iberdrola, regantes. También para la Diputación General de Aragón, el Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (INAGA).

Mi especialización es la tramitación de parques eólicos y líneas eléctricas. Pero también he trabajado en gestión de residuos o construcción.

A nivel público, casi todo el trabajo de consultoría lo asume la empresa pública SARGA (Sociedad Aragonesa de Gestión Agroambiental). No hay demasiadas opciones para consultoras externas. Desde la consultoría privada se invierte mucho tiempo en los concursos y licitaciones y no se saca nada. Últimamente se han adjudicado trabajos con bajas de hasta el 25%, se está tirando el mercado.

¿Un proyecto chungo? El seguimiento ambiental de la construcción de una balsa. Tuve que hacer una renuncia oficial porque el promotor no me hacía caso. Renuncié a ser responsable ambiental de la obra.

¿Proyectos que dejan un regusto especial? El seguimiento de trabajos de la margaritífera en el azud de Xerta en Tarragona. Prospectando metida hasta la cintura con un mirafondos. Una prospección completada en profundidad con la colaboración de la empresa Paleoymás.

Me he sentido especialmente satisfecha cuando se soterra un tendido eléctrico aéreo (el caso de la línea Revilla-Lamiana) y he evitado la tala de un monte. A veces es difícil equilibrar beneficios y costes. Creo que casi todo el mundo tiene una sensibilidad ambiental, solo hay que buscarla, estoy convencida.

– Y ahora ¿desde el otro lado del mostrador? ¿Cómo es tu trabajo como funcionaria en el INAGA?

AR. Me presenté a las oposiciones por la insistencia de un amigo, y casi sin estudiar. Entré en listas y me han llamado para cubrir una baja maternal. No es fácil sustituir una plaza muy especializada en parques eólicos y líneas eléctricas. Es muy enriquecedor, conozco a todo el mundo ‘desde el otro lado del mostrador’.

En el INAGA el trabajo es intenso. Hasta 15.000 expedientes en un año. A veces deseas tener menos presión y volumen de trabajo para hacer las cosas más tranquilamente y con más tiempo. El INAGA saca a concurso paquetes de expedientes. La mayor parte lo asume SARGA pero luego hay pequeños contratos.

Somos 70 personas, la mitad técnicos y la otra mitad administrativos y auxiliares. Hay 3 áreas ejecutivas: Montes, vías pecuarias, caza y pesca; Biodiversidad (donde estoy yo), parques eólicos, líneas eléctricas, regadíos, granjas, manejo de especies; y Medio ambiente industrial.

De la labor de consultoría, informes y propuestas de resolución se encargan Sarga y otras consultoras. Los técnicos del INAGA reciben esas propuestas y continúan la tramitación.

Los colectivos ambientales también forman parte del procedimiento, pese a que es difícil por su parte aportar al fondo de la cuestión (estudiar un expediente lleva su tiempo), se hace caso a la gente, se escucha a los colectivos y se es sensible a la opinión de la ciudadanía. Eso se refleja en el expediente y se habla con las promotoras.

No me asusta la responsabilidad, el poner una firma y ver mi granito de arena en un proyecto: por ejemplo cuando se ha podido mover un aerogenerador para salvaguardar el entorno ambiental.

Ainhoa Ruiz en su oficina en el INAGA

– Y te queda tiempo para mucho más… un colegio profesional, una territorial deportiva, y una asociación empresarial

AR. Supongo que sí, soy hiperactiva y tengo ese poso de compromiso que me viene casi de cuna. Mis padres siempre han estado comprometidos y asumiendo responsabilidades en el cole, en la iglesia y en asociaciones. Sigo en la Junta del Colegio de Biólogos de Aragón, como secretaria. Ahí estamos con ganas de cambiar la web y mejorar la comunicación.

Por otro lado, el deporte me ha ayudado a superar malas rachas: espeleología, esquí de fondo, alpino y de montaña, vías ferratas, barranquismo, montañismo, gimnasio. Lo de las cuevas es una pasión tardía y hace tres años asumí la presidencia de la Federación Aragonesa de Espeleología. (Os recomendamos esta otra entrevista de Ainhoa para El Periódico de Aragón: Una nueva vida en las cavernas)

Y luego está ARAME, la Asociación Aragonesa de Mujeres Empresarias. Un espacio para peleonas como yo, donde aprendo muchísimo, cómo salir adelante. Tengo la filosofía y la esperanza de que algún día no sea necesario que existan estas asociaciones. Aunque no me convence mucho la política de cuotas y creo que en grupos mixtos se funciona mucho mejor, veo todavía ‘mucha corbata y poca coleta’ al frente de las empresas.

– Cuéntanos cómo te mantienes al día en tu área: fuentes de información, lecturas. Cuéntanos que lees

AR. Como consultora es difícil, es un campo amplísimo. El seguimiento de la legislación es básico pero en el mundillo funcionamos bastante con el intercambio de información entre colegas.

En el colegio de biólogos cuando actualicemos la web me gustaría enlazar con el boletín de noticias y con el boletín legislativo que ofrecéis en CDAMAZ.

En el INAGA contamos con apoyo jurídico, pero es un amplio abanico de temas: pesca, caza, residuos… Utilizamos como herramienta de trabajo un visor propio y tenemos un archivo digitalizado fantástico con todos los expedientes. Solo en proyectos largos, que permiten cierto tiempo de dedicación podemos invertir en información. Normalmente se acude a expertos en la materia: si te hace falta consultas por ejemplo con el mayor experto en avifauna de Aragón.

Tengo una colección de libros tremenda, guías de aves, libros rojos de fauna y flora. Me gusta comprar libros de naturaleza, sobretodo por corporativismo, cuando los han escrito compañeros, como los libros de flora del Pirineo y del valle del Ebro de Javier Puente que trabaja en el Servicio Provincial de Huesca. O los libros de la editorial Jolube que también es consultor botánico. Los libros de gran formato son mi pasión y los atlas.

Fuera de estas referencias, me refresco leyendo novela negra, ahora estoy con la Trilogía de la ciudad blanca.

Terminamos la entrevista buscando un rincón para la foto de rigor. Tanto hablar de espeleología y es verdad que tenemos un cuasi tunel que comunica las bodegas con el patio del Luis Buñuel. Los que hayáis venido a la sala de reuniones de la biblioteca igual os habéis asomado a una escalera ancestral a través de un acceso semi-excavado en la tierra por el cual aflora el sustrato de canto rodado del río. Ainhoa está en su salsa. ‘Es que tenéis de todo -comenta- hasta hay biblioteca verde en modo cueva’.

 

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