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¿Acabará el consumo de carne con el medio ambiente?

¿Acabará el consumo de carne con el medio ambiente?

Durante toda esta semana podéis visitar en el CDAMAZ la exposición ¿Qué hay detrás de la carne que comemos?, realizada por Amigos de la Tierra como parte de su campaña Menos carne, mejor carne. Con ella tratan de informarnos sobre el impacto ambiental de la ganadería industrial, un sector que sigue creciendo y que, sin ir más lejos, está causando polémica en Aragón por los planes para implantar numerosas explotaciones de ganado porcino.

Un libro que también nos advierte de ese impacto es La carne que comemos, de Philip Lymbery. Su subtítulo, El verdadero coste de la ganadería industrial, llama nuestra atención sobre el coste oculto de esa carne que encontramos a bajo precio en los supermercados, y que produce un daño medioambiental que tendremos que pagar de diversas formas, incluida la económica cuando haya que afrontar el daño causado.

Y es que la presión sobre el medio ambiente de la producción ganadera afecta a todo tipo de recursos, como el agua contaminada por nitratos, las grandes extensiones de suelo ocupadas para producir pienso o el uso excesivo de antibióticos para mantener vivo al ganado, lo que nos lleva a uno de los aspectos más duros de este asunto: la terrible experiencia que supone para los animales pasar su vida en una de esas explotaciones.

Lymbery plantea algunas soluciones: además de mencionar el enorme desperdicio de comida que se produce a nivel global y que haría innecesario producir más, nos propone que empecemos a reducir nuestro consumo de carne y elijamos aquella obtenida de forma sostenible, en granjas que tengan en cuenta el equilibrio ecológico y el bienestar animal.

Y para conocer la vida cotidiana en una granja tradicional y ecológica, podemos recurrir al retrato que nos proporciona La vida secreta de las vacas. Su autora, Rosamund Young, ha pasado décadas cuidando y observando a los animales en su granja familiar y ha recopilado decenas de anécdotas y curiosidades, principalmente sobre sus vacas pero también sobre cerdos, ovejas y gallinas.

Además de denunciar el trato que se da al ganado en las granjas industriales, nos muestra a los animales como seres individuales y sensibles, con su propio carácter, que eligen el agua que beben o la hierba que prefieren pastar, que tienen amigos y vida social, y que hasta son capaces de jugar y divertirse. Leer este libro nos obliga a mirarlos de un modo distinto.

Para terminar, una visión muy subjetiva e incluso visceral sobre el consumo de carne es la que nos ofrece Confesiones de una devoradora de carne, de la investigadora Marcela Iacub. Basándose en su experiencia personal, describe el momento en el que dejó de comer carne y repasa con ánimo polémico los argumentos a favor y en contra de este consumo y del vegetarianismo.

Entre otras reflexiones, considera que un aspecto decisivo para dejar de comer carne fue la relación que estableció con su perra, a la que acabó reconociendo como un mamífero al mismo nivel que cualquiera de los que antes devoraba.

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