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Amar la naturaleza, una cuestión de instinto

Amar la naturaleza, una cuestión de instinto

¿Por qué nos gusta tanto la naturaleza? Salir al campo, sumergirnos en espacios naturales, observar animales… muchas personas viven estas experiencias como una gran fuente de bienestar y cada vez más estudios prueban sus efectos beneficiosos para la salud. Hoy recomendamos tres ensayos de sendos naturalistas que nos hablan de esa necesidad de naturaleza que todos hemos sentido alguna vez.

El periodista y activista Michael McCarthy nos propone disfrutar de la naturaleza, a la vez que nos muestra su deterioro acelerado, en La ventisca de polillas, un texto en el que relata vivencias propias y en el que expresa su sorpresa ante un hecho que damos por sentado: “el mundo natural puede proporcionarnos algo más que los medios para sobrevivir (…): puede proporcionarnos gozo.”

A partir de experiencias personales, como su pasión infantil por las mariposas y cómo ese fue el comienzo de una trayectoria que le llevaría a convertirse en periodista ambiental, nos muestra diferentes ejemplos de pérdida de biodiversidad alrededor del mundo, casos que él mismo ha presenciado, y propone cultivar el placer que nos proporciona la naturaleza como una forma de concienciarnos de cara a su conservación.

Incidiendo en la cuestión del contacto con la naturaleza, Tristan Gooley recoge en El instinto natural decenas de señales naturales que ya no somos capaces de percibir y que, sin embargo, nuestros antepasados sabían interpretar, gracias a su mayor cercanía al entorno.

Gestos de animales, sonidos del bosque o de la selva, fenómenos atmosféricos… Gooley muestra muchos de esos mensajes que nos permiten entender el comportamiento de los animales o el estado de los ecosistemas y, al describir situaciones que él mismo ha experimentado, nos invita a volver a aprender ese lenguaje de la naturaleza para el que estamos preparados de manera instintiva.

Por último, el gran Edward O. Wilson trata de responder en su último libro a la pregunta de por qué amamos la naturaleza. En Biofilia explica que la atracción que sentimos se ha desarrollado a lo largo de millones de años de evolución gracias a un estrecho contacto de nuestra especie con animales y plantas.

Como dice Wilson, “somos, en su acepción más amplia, una especie biológica y encontraremos poco significado definitivo lejos del resto de la vida.” Con esta idea de fondo, describe investigaciones y descubrimientos realizados en su carrera como biólogo y defiende que mantener ese contacto con el resto de seres vivos, así como conocerlos mejor, es vital para desarrollar una ética de la conservación hacia el conjunto de la naturaleza.

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