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Viki y Mario: Los guardianes del Galacho

Viki y Mario: Los guardianes del Galacho

Pasan unos minutos de las 9:30 de la mañana cuando el silencio y la neblina mañanera que envuelve el paisaje otoñal del Galacho de Juslibol se rompe alegremente con el claxon del trenecito El Carrizal. Viene cargado de chavales que acuden a una visita guiada a este espacio natural a las puertas de Zaragoza.

Hasta aquí nos hemos venido para conocer de cerca a …’Los guardianes del Galacho’: son Viki y Mario, educadores ambientales desde hace más de veinte años en este lugar. Nos lanzamos a entrevistarles para inaugurar este ‘Gentes biblioverdes’ fuera de nuestros muros.

Dejamos a los chavales con otros educadores y nos vamos caminando con Viki y Mario hasta un rincón muy especial, un banco frente al lago de las fochas. Menuda ventana: los escarpes del Ebro, los cormoranes en batida, la vegetación y el humedal que, a pesar de la sequía, ofrecen un espectáculo que sobrecoge incluso a los que no están habituados a la combinación de estepa y agua.

Vamos con ‘Los orígenes de los guardianes’

– ¿Qué os ha traído hasta aquí? ¿De donde viene vuestra pasión por la naturaleza?

MarioMe confieso un hijo de Félix Rodríguez de la Fuente como tantos otros naturalistas y educadores ambientales. Con 17 años bajé a los sótanos de la sede de ANSAR, la Asociación de Naturalistas de Aragón, con mi afición a los bichos y a leer sobre animales y su comportamiento. Era un ámbito de socialización de inquietudes donde confluíamos muchos otros que hoy nos dedicamos a esto: José Luis Rivas, Jesús de la Osa y tantos otros. Salíamos al campo con unos prismáticos de esos de 10×50 que pesaban como una plancha.

Acabé estudiando empresariales sin mucha convicción, por descarte, porque en Zaragoza no hay Biología y lo mío no eran los corderos ni las vacas de Veterinaria. Entré en el Galacho en el año 95 a través de un convenio del Ayuntamiento con ANSAR.

VikiMe crié en Madrid y mi primeros vínculos con la naturaleza los tengo asociados a la Sierra de Guadarrama. Acabé estudiando biología en la Complutense. Lo que siempre me ha movido no han sido tanto los ‘bichos’ como la parte humana de acercar, comunicar y educar a partir de la biodiversidad, desde que monté un grupo de educación ambiental en El Escorial o una asociación que trabajaba en un humedal muy parecido al Galacho en el río Jarama en Rivas-Vaciamadrid.

La vida me devolvió a Zaragoza de donde procedían mis padres y conseguí mi trabajo cuando se abrió el Centro de Visitantes del Galacho en el año 2000.

– ¿Para este espacio natural, el Centro de Visitantes ha sido el cambio necesario para su conservación?

M. Por supuesto, pero el cambio vino previamente con algo tan sencillo como el colocar una barrera que impedía el paso de los coches. Antes este era el mundo de la tortilla de patata y la barbacoa, la tele portátil y la mesa de camping. Desde que hubo que andar 20 minutos o coger el trenecito, cambió totalmente el perfil del visitante. Gente que viene porque quiere, gente interesada con la que se podía empezar a trabajar en educación ambiental.

– En estos últimos años, como observadores diarios de la dinámica natural del Galacho ¿habéis apreciado algún cambio negativo significativo?

V. La mayor ausencia de fauna observable quizás. Antes se veían muchas más aves, especialmente aquí en el lago de las fochas. El recurso de los bichos en el Galacho no es fácil.

M. Los humedales son complicados y en este son evidentes las consecuencias de la actividad humana, el problema de la calidad de las aguas y la introducción de especies exóticas. Yo siempre digo que no me iré de aquí sin ver algún día algún cocodrilo soleándose (bromea).

– ¿Alguna especie a la que tenéis especial cariño?

V. Me gusta el petirrojo, es descarado, no tiene miedo, se para delante y es como si dijera ‘ay, que bien que estoy’. Tengo también especial predilección por los excrementos y las huellas de mamíferos.

M. Por un lado las aves, aunque cada vez cuesta más disfrutarlas. Luego soy un apasionado de los invertebrados acuáticos, de los anfibios, pese a que la calidad de las aguas hace más difícil observarlos. Pienso que no se valora lo suficiente su relación con los medios húmedos. Los reyes parecen ser los peces y patos debajo y encima del agua. Soy de los que alucinan con una larva de libélula y con la ‘sabiduría popular’ de los peques que piensan que la rana es la mujer del sapo.

– ¿Un lugar favorito del Galacho?

M. El lago de las fochas en el que estamos. De un vistazo tienes todo lo que representa al Galacho: los escarpes, el agua, la vegetación de ribera. Esto no son cuatro charcos. Me asombro aún de la capacidad de evolución que tiene el espacio y del poder del río Ebro para transformarlo.

V. El sendero del soto. Me da mucho juego el recurso al misterio de la pelusa desprendida de los chopos cuando guío a los grupos por allí.

– ¿Qué ha supuesto para el espacio y para vosotros el voluntariado ambiental?

M. Diecisiete años de voluntariado dejan una impronta importante para esas personas y para nosotros. Supone el que el espacio se ve abrazado por gente que tiene interés y ganas de hacer cosas. También es un reto, al voluntariado hay que saberlo tratar, algo quizás no bien calibrado por la Administración. Los voluntarios te dan algo muy importante, su tiempo, y tienen que recibir mucho a cambio también.

– Después de tantos años seguro que habéis asistido a la génesis de algún naturalista o habéis incentivado alguna vocación

M. El tiempo que pasas con la gente en una actividad de educación ambiental siempre es breve, pero sí, enseguida detectas dónde hay madera. Probablemente no hacemos nada especial, solo facilitamos cauces.

Sí, aquí se han fraguado naturalistas y ornitólogos que hoy se dedican a esto como Ricardo. El caso de Pablo, un chaval que venía por aquí con dieciséis años y hoy trabaja para el CSIC con trabajos en biología en Inglaterra y Escandinavia.

El pasado 1 de noviembre dos chicos de 14 años nos preguntaban ¿dónde podemos hacer fotos de paisajes? Pasaron todo el día aquí cámara en ristre y al irse ya de noche, orgullosos nos enseñaban fotos de un zorro comiendo peces…

– ¿Algún visitante estrella?

V. Sin duda, Emilio Josa, vecino de Monzalbarba. Lo conocimos mayor, con casi 80 años aún venía todos los días en bicicleta. Había sido agricultor, cazador y cuando se jubiló descubrió su pasión por la cámara de vídeo y pasaba horas filmando.

– Hablando de la gente de los pueblos del entorno. ¿Este es un espacio más apreciado por los urbanitas?

M. Cuando el Galacho no tenía el nivel de protección actual los vecinos de los pueblos (los barrios rurales) de Alfocea, Monzalbarba y Juslibol venían mucho más. Este era un espacio de labor, de cultivo, de pesca, de baño incluso. Ahora es difícil atraer su atención, tienen mucho menos interés propocionalmente que el que suscita entre los vecinos de la ciudad de Zaragoza.

– Turno final para tender un puente entre nuestra biblio y vuestros gustos y recursos de información ambiental. A ver, un libro, una web, una aplicación, una revista o documental…algo que haya marcado tu vocación o que te guíe para estar al día

V. Cuando busco información me voy a la web de SEO. Tengo en casa bastantes guías de aves y algo que consulto con cierta frecuencia es la guía de mamíferos de Benjamín Sanz. Tengo especial predilección por la revista El Cárabo, me encanta esa mezcla de información rigurosa y humor, así que tengo pendiente pasarme por CDAMAZ para leer y llevarme algunos números.

M. Sabía que caería esta pregunta (risas). El hombre que plantaba árboles de Jean Giono. Un relato sencillo, coherente, que me ayuda a sobrellevar momentos de desánimo. Me ayuda a cultivar dos cualidades necesarias en un educador ambiental: la insistencia y la paciencia. Creo que lo leo una o dos veces al mes. También estoy suscrito a Quercus y a El Cárabo.

– En CDAMAZ y en la red de bibliotecas verdes RECIDA creamos un eslogan para nuestros concursos de fotos que es ‘Espacios naturales para leer’ ¿Qué tiene de especial leer en el campo? ¿Es el Galacho uno de esos lugares especiales para leer o contar cuentos?

M. Hay algo envolvente, será el sonido, será la luz…Un ejemplo muy reciente lo tuvimos en el Día del Galacho el pasado 1 de octubre. Montamos un rincón de lectura con los lotes verdes de vuestra biblioteca, cuentos para los peques y guías de naturaleza para los mayores. El planteamiento, muy simple en apariencia, sin apenas intervención por parte de los voluntarios, tuvo una respuesta bastante buena. Decenas de personas pasaron un rato tumbadas en alfombras a la sombra leyendo, tan ricamente…

Volvemos paseando hasta el centro de visitantes. Saludamos a los grupos del día agrupados por los caminos. Revisitamos su centro, hablamos de proyectos y reformas pendientes. Una foto de despedida a nuestros guardianes y vuelta a la biblioteca. Ellos se quedan ultimando su taller de cajas nido de este domingo y esperando la llegada de otro compañero con el que van a montar un ‘hotel de insectos’. ¿Se estarán haciendo urbanitas los bichicos del Galacho?

Viki Yrache y Mario Izquierdo son educadores ambientales contratados por ANSAR (Asociación Naturalista de Aragón) a través de un convenio con el Ayuntamiento de Zaragoza (Agencia de Medio Ambiente y Sostenibilidad)

Más información sobre el Galacho de Juslibol aquí.

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